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Fantástica visión de un gaucho de muchos nombres

  • Foto del escritor: Zenzontle
    Zenzontle
  • 1 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Por Mario Eduardo Raya Montiel


Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires, 1914 y murió en 1999. Escritor argentino, uno de los más destacados autores de la literatura fantástica universal. Miembro de una familia de hacendados bonaerenses, en 1929 escribió Prólogo, manuscrito que revisó y mandó a imprimir su padre. Su temprana vocación por las letras fue estimulada por su familia, y ya en 1933 publicó el volumen de cuentos Diecisiete disparos contra lo porvenir.


Como su profesión de escritor prolífico lo demandaba pronto se relacionó en el ámbito cultural al círculo cosmopolita de la revista Sur; su amistad con Jorge Luis Borges sería decisiva en su carrera literaria. En 1932 conoció a Borges en casa de Victoria Ocampo, y también a su hermana Silvina Ocampo, quien se convirtió en su esposa en 1940. La estrecha amistad con Borges duró hasta la muerte de éste en 1986 y dio origen a una serie de obras escritas en colaboración y firmadas con los seudónimos de B. Suárez Lynch, H. Bustos Domecq, B. Lynch Davis y Gervasio Montenegro.


En su relato El héroe de las mujeres, se trata de un volumen que incluye varias novelas cortas, que coinciden en buscar argumentos vistosos para reflexionar sobre lo que seduce a las mujeres. Bioy confiesa que cuando dicta a su secretaria la frase: “El héroe de las mujeres no siempre es el de los hombres” es ella quien conjetura que se trata de un excelente título para un libro. Sin embargo, este título excede esa casualidad, porque Bioy mismo fue frecuentemente ese ídolo de las mujeres. De esta manera retrata a un joven que descubre un túnel extraño que lo lleva fuera del país. Ese pasadizo es frecuentado por peligrosos contrabandistas, no obstante, él prefiere usarlo -pese a los riesgos- para visitar a una mujer separada y desconsolada. El protagonista de otra de las historias sabe que el secreto de la intimidad está en la charla, en compartir y discutir sobre lo que apasiona al otro. Lamentablemente, tiene la desgracia de elegir mujeres que se interesan por la fijación de médanos, tema que a él le resulta aburrido por completo. Otro relato –el que le da título al volumen- ocurre en un paraje rural donde un joven ingeniero y un maduro hacendado y su esposa se refugian en una estancia abandonada para certificar la existencia -o descartar el mito- de un tigre que ronda por los pagos. Mientras viajan, cuentan la historia del hombre que fuera dueño de la estancia: taimado, corrupto, dado al juego y a las mujeres. Es entonces cuando Clara desliza la frase que inspirara a la secretaria de Bioy, dejando traslucir que una mujer puede enamorarse de un sujeto que resulta un simple canalla para los hombres

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